jueves, noviembre 22

Lucía



La noche suspiraba calma. Los grillos mancillaban el silencio. Las estrellas se incendiaban a kilómetros de distancia. Todo estaba sereno hasta que una explosión se escuchó en la lejanía y sólo tú fuiste capaz de escucharlo.
-No de nuevo… - susurraste para ti, acomodando tus cabellos castaños y levantándote con dificultad de tu cama para apoyarte en la ventana del cuarto que compartías con tu amada.
Ya vas a empezar con tus locuras, – se quejó tu esposa, sosteniendo su melena roja al incorporarse para verte - ¿cuándo terminará tu obsesión?
No podías responder porque tus ojos grises y vacíos miraban con envidia el brillo de la ventana.
-Van a venir por mí.- contestaste al fin.
-¡Nadie vendrá! Todo lo que crees es fantasía.
-¡Van a venir! Lucía, ¡vámonos de aquí!
Con cara enrojecida atravesaste la habitación hasta llegar a ella y apretaste su mano.
-¡Párate de una buena vez! ¡Son ellos! Esas pobres mujeres… Esos hombres… ¡Levántate, carajo!
No mediste tu fuerza y al jalarla la tiraste de la cama. Ella intentó sostenerse, pero no lo consiguió, golpeando su cabeza en el filo de su tocador. Se quejó cuando sus rodillas crujieron en el suelo y la sangre comenzó a mezclarse con sus lágrimas. Tú permanecías ensimismado y habrías permanecido así de no ser por aquella palabra que ya no sabías que existía.
-Amor.
Entonces viste a la persona a la que habías jurado proteger de todo y todos, incluso de ti mismo. Lo que viste hizo que tus ojos se dilataran. Una anciana ocupaba el lugar de tu amada. El cabello que antes era pelirrojo como su personalidad, se había tornado cenizo. La pálida y arrugada cara que veías hacía resaltar el líquido rojo que adornaba su cráneo. Estuviste a punto de gritar, empujado por el pánico… hasta que te miraste en el espejo. Cuando te diste cuenta de que el color de tus ojos combinaba con todo tu cuerpo, todo se aclaró en tu mente. Recordaste la guerra en la que habías participado, recordaste todos los besos que la muerte había depositado en tus manos, recordaste no ser capaz de rescatar ninguna memoria acerca de tu esposa además de su boda y la cálida despedida que te dio antes de partir a tu condena.
-Amor… Te juro que lo he intentado, pero de seguir así nos terminarás matando a ambos junto con todo el tiempo que hemos perdido.
Gritabas por dentro mientras mordías tus labios. Te percataste de todos los moretones que tu amada Lucía tenía en los brazos y de todo el dolor que cargaba en las manchas que ensombrecían sus ojos.
-Lamento haber desperdiciado mi vida a tu lado, esperando.
Ella se levantó sollozando y te tomó de la mano, guiándote a la cama y tú cerraste los ojos esperando despertar de ese tormento, esperando que todo fuera una mentira. Poco a poco te calmaste y conciliaste el sueño, lejos de tu realidad donde podías ser feliz al fin.
Abriste los ojos y no reconociste tu habitación.
Todo lo que te rodeaba era blanco, tan ausente de vida como lo eras tú. No comprendías lo que sucedía y clavando tu mirada en el techo, imaginaste el rostro de tu esposa cuando te dijo “sí, acepto”. ¿Dónde estaba tu esposa? ¿Dónde estabas tú? ¿Dónde había quedado el supuesto poder del amor?  De lo único de lo que estabas seguro era de cuáles serían las últimas palabras que tu boca liberara.
-Lucía, te amo.
Así fue como te resignaste a perderla. Dejaste ir por completo a tu razón.

sábado, noviembre 17

Distinta transmisión

¿Qué hacer cuando nosotros somos el amor imposible de alguien?

Ella se llam  nació hace una veintena de años a varios kilómetros de aquí, de mí, y por azares del destino, hoy en día, 18 años después de mi propio nacimiento, nos hemos encontrado. Resulta demasiado curioso si lo escribo así, tan diferentes la una de la otra somos que parece casi imposible creer que esa niña pequeña de rizos dorados con la cara pintada, llegara a tener su primer beso conmigo, la niña de la sonrisa taciturna que se considera a sí misma rota.  Pero así fue...

Buscó en algún lenguaje indescifrable una manera de expresar lo que sentía por mí, y, vamos, todos tenemos la capacidad de saber cuando alguien se está enamorando de nosotros. Y lo supe. Me dijo que quería darle la vuelta al mundo tomando mi mano y no voy a negarlo, me interesó mucho hacerlo. Le regresé cada beso robado, calenté cada milímetro de sus manos, acaricié su cara y cabello todas las veces que sus ojos me lo suplicaban... pero sé que faltan muchas cosas antes de que pueda enamorarme de ella. 

No es su físico, de hecho es hermosa, tal vez la persona más atractiva que haya besado en toda mi vida. No es su forma de ser, de hecho es quizás más hermosa que su físico, tal vez la persona más poética que he conocido en mi vida. No es su edad, ni su estatura, ni todos los detalles que me da o sus palabras de amor que nadie, ni mi propia madre me ha dicho que existían. No, es su inocencia. Es demasiado inocente e ingenua, a tal grado que no sabe besar y ha estado en mis labios enseñarle. 

¿Que si me gusta caminar entrelazando mi mano con la suya? Sí. ¿Que si me gusta besarla aunque apenas hayan mordidas tímidas y no satisfaga mi sed? Sí. ¿Que me molesta que esté siempre encima de mí a pesar de que no somos nada? Sí. ¿Que no se qué hacer con ella cuando mis pensamientos lascivos y vida rota buscan una relación más madura? Sí.

Esa es la verdad, no sé qué hacer porque me duele no tener su mano entre las mías, pero me duele más saber que tengo la responsabilidad en mí de ser, muy probablemente, quien pudiera dejarle una primera herida profunda de amor. No quiero lastimarla, pero sé que es lo único que pasará y ella quiere no creerme, ella lo único que quiere es a mí y me da tristeza aceptar, que no la correspondo. 


Ella es tan A.M. y yo tan F.M.


El títere



Fue un relámpago el que te regaló la consciencia. Te levantas. Pestañeas. Mueves la cabeza. Abres la boca. La cierras. Mueves tus manos. Las miras. Unas cuerdas atraviesan tus palmas. Unas cuerdas atraviesan tus pies.  “¿Qué diablos está pasando?” Toda la respuesta obtenida es un tirón de cuerdas. Y otro… Y otro… Y otro… Intentas gritar y no puedes. Intentas controlar tus movimientos y no puedes. Intentas llorar y no puedes. Eres un títere. La oscuridad se ríe de tu sonrisa eternamente fingida. Alguien te manipula a su antojo. Sufres la condena de no poder moldear tu existencia.
¿Cómo será caminar entre los árboles? ¿Cómo será escribir? ¿Cómo será dibujar? ¿Cómo será reír? ¿Cómo será llorar? ¿Cómo será tomar una ducha?¿Cómo será sentarse en el pasto? ¿Cómo será ir a un museo? ¿Cómo será escupir desde un puente? ¿Cómo será correr? ¿Cómo será sentir el viento en tu cara? ¿Cómo será besar a alguien sin conocerle? ¿Cómo será besar?¿Cómo será saltar bajo la lluvia? ¿Cómo será bailar? ¿Cómo será soplar burbujas? ¿Cómo será respirar? ¿Cómo será vivir? ¡Ay de ti! Nunca lo sabrás.
Entonces despiertas.
Ha sido todo una horrible pesadilla. “¿Ser un títere? Bah, qué tonterías.” Suspiras y decides comenzar tu día. Ves televisión y te preguntas si te ves como las personas en pantalla. Compras revistas para mantenerte al día. Anhelas todo lo que ves bajo una etiqueta de renombre. Deseas tener más. Y más… Y más… Eres un títere. La oscuridad se ríe de tu sonrisa eternamente fingida. Alguien te manipula a su antojo. Sufres la condena de no poder moldear tu existencia.
¿Cómo será despertar?
Ojalá algún día puedas hacerlo para recuperar el significado de tu nombre, ¿o ya no quieres llamarte así, Humanidad?

jueves, octubre 25

Entre alcohol y libros.

Así he estado en este tiempo que no he escrito nada. Entre alcohol y libros.

Comienzo el camino que me llevará a algún futuro, me hago llamar universitaria e intento comportarme como tal. Mi forma de ser sigue siendo etílica y no me molesta en lo absoluto, me gusta ser así sin necesidad de alguna sustancia externa a mi cuerpo.

Fue así como lo conocí a él, David. Fue en una fiesta, cabe decir que no soy fiestera aunque igual y se lo imaginan, él se acercó, tomamos, hablamos de libros con la música de fondo sin prestarle demasiada atención y nos unimos en un beso, Ya sé, típico. Sin embargo esta ocasión no fue tan típica, los dos lo sentimos muy en el fondo porque no estábamos tan tomados, pero sí lo suficiente para desinhibir nuestra timidez natural. Hice la asquerosa escena de pararme de puntitas realidad para poder besar el piercing de su ceja.

No sé la verdad qué busco con escribir esto, pues he hablado con él bastante superficialmente y fuera de la fiesta sólo nos hemos visto una vez...además esto es "confesiones de un amor imposible", se supone que no debería escribir tanto acerca de algo posible y que va más lento que un coche atrapado en el tránsito de la Ciudad de México, pero quise hacerlo porque en algún lugar debo escribir, dejar una huella cibernética en algún lugar en donde al menos yo me pueda reconocer. Me urge escribir lejos de mis páginas, me urge comentar que he leído a Erick en silencio, realmente es al único ya que leo. 


Me urge dejar por escrito lo que en su momento no pude escribir, pero sí viví.


Cuando una sonrisa basta.

Es un ángel,
cómo dudar de que hay gloria,
es un ángel
que sabe bien de mi historia.
Es un ángel,
cómo dudar de que hay Dios,
es un ángel
y entre ella y yo no hay adiós.

-José José alias El Príncipe de la depresión Canción "Es un ángel".

Con guitarra en mano, un señor con sombrero se encargaba de musicalizar nuestro encuentro diario. Cada día desde el primero iba y me sentaba en el mismo lugar para verte, para que fueras tú quien me dijera "¿le tomo su orden?" "Más miradas" callaría yo, pues era eso lo que más amaba de ese lugar,  eran tus ojos, tus sonrisas, nuestra manera de enamorarnos a la antigua lo que me hacía soportar comida tan repetitiva. Cada día me hacía más feliz verte y tú lo sabías, todos los que notaron nuestros encuentros visuales lo supieron y también sonreías. 

Todo cambió cuando lo confirmaste, tenerme cerca era peligroso y has conseguido mantenerte lejos, yo hice lo propio. Hoy que volví a verte reprimí mis ganas de abrazarte, cómo iba a hacerlo si aún no nos hemos presentado antes. Sin embargo conoces mis dos nombres porque los has oído junto con mis historias cada vez que finges limpiar una mesa cerca, y yo, por supuesto que sé tu nombre: Ana, vestida de negro y sacada de algún cuento gótico es ese el nombre de mi famoso ángel.

Creí que te causaba asco y que no era tu tipo porque mi radar no falla, pero hoy que te vi supe que no es del todo así. Te atrapé. Escondida tras el pilar y sin ninguno de tus colegas cerca, te asomaste y me miraste. Te atrapé mirando mis ojos, hinchados, cansados, pero aún así enmarcaron tu reflejo.

Hoy se trataba de otro músico, se trataba de otras canciones que las dos amamos porque, como diría mi hermana, "somos de la misma raza" y dejamos verlo con nuestras miradas al escucharla. Sólo estábamos Elvis Presley, Ducan Dhu, tú y yo. Sonriendo. 

Hoy buscando esa, la primera canción que se escuchó de fondo en uno de nuestros encuentros, hallé otra, que me ha dado las alas de creer en otro imposible. 
 ahora ya lo sé
hoy la volví a ver
sus ojos lagrimeaban
por la luna lejana.
-José Arbulu "Ella era un ángel"